Ya saben. Esos viernes en que te levantas sin prisa, que no desayunas pero tampoco sientes que te hace falta.
Sí. Esos viernes en que el cielo es gris y a uno se le despierta el animalito andino que lleva por dentro el corazón.
Y soy cóndor con este clima o soy alpaca, soy como esas chuquiraguas que adornan mis páramos y a veces mi memoria.
Sí. Y te puedo escuchar del otro lado del teléfono aunque sea breve. Y sonrío.
Lo único después de ti que quiero desde que empecé a organizar el día es un buen choclo tierno con habas y queso.
Hoy es uno de esos viernes en que salgo camino a la Facultad y tengo antojos de pastel de chocolate.
Y todo se cumple. A una cuadra de la Universidad venden uno de los mejores pasteles de chocolate de esta ciudad.
Voy a clases, en viernes que empieza a llover y todo sale bien. Misteriosamente.
Alguien menciona que hoy ha caído viernes y que es trece.
No creo en la numerología pero sí en el amor.
Martina me espera en alguna esquina. Comemos algo juntas y vamos a comprar golosinas. Creo que tengo una provisión de paletas de aquí a finales de mayo. Nunca me duran demasiado los dulces.
Regreso a casa en el mismo autobús que tomo a diario. Hay poca gente, un frío parecido a su silencio y la ciudad extraña en que vivo, aunque tengo una mochila con un cargamento nada despreciable que me pone contenta, no parece emocionarse conmigo.
Enciendo el Ipod con Chaouen en la lista y no hay tráfico tampoco. Los quiteños somos especímenes raros. La mayoría tiene miedo de empaparse en felicidad o en llanto cuando a este cielo cercano, donde tanto le costaría respirar a cualquiera que no fuese nosotros, le da por mojarnos.
Llego a mi parada, cuatro cuadras de camino a casa para estar a tiempo. ¿A tiempo de qué? No lo sé. Aún no sé que todo está a punto de cumplirse.
Enciendo un tabaco y camino despacio.
Enciendo un tabaco y camino despacio.
Abro la puerta de esta casa. Ni siquiera los perros salen a saludarme. Todo se congela aquí.
Dejo mis cosas, me quito el abrigo y descubro que los antojos también son hereditarios.
Mi madre ha cocinado, sin saber de mis anhelos, habas y choclos tiernos.
Mi madre ha cocinado, sin saber de mis anhelos, habas y choclos tiernos.
2 comentarios:
Belén, que rica imagen, me encanta el choclo también.
Y si hay días donde las cosas salen de maravilla y otros donde todo es un desastre, pero todo depende como uno tome las cosas para que el día sea como mejor nos sea a nosotras, buena entrada, besos
mmm.. choclo es el maiz?? y habas es esa guarnicion cafe?? o es al reves?? jee nunca he comido habas, maiz si pero en mi pais se le llama Elote o maiz.
De igual manera se ve rico.
Saludos :D
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