jueves, diciembre 14, 2017

De noches de guardia... hospital...

Guardia 64

Había entonces que decidirse por un acuerdo con el cotidiano: o empezaba a ponerle un freno  la vida que me consumía desde hace rato o procuraba no hacerle caso a esa misma destructiva situación.

Al final de todos los días la molestia seguía siendo la misma, mi desdén seguía siendo ese viejo conocido y desequilibrado ataúd de recuerdos. Que si lograba deshacerme de un instante luego tenía un ejército de emociones agolpadas en el borde de cada latido. La vida ha hecho de mí un amasijo de letras inútiles, de fotografías sin colores, de escasa cordura y poca vanidad.

De tu voz asfixiada, explícame sin querer, sin aliento, sin vapor. Solo por hoy

Así es como la juventud pasa de largo y todos los años que dediqué a sentirme viva hoy son solo acordes en guitarras donde yo no estoy, en gritos donde ya no resuena mi voz, en sombras donde ya no pretendo encontrarme.


Quise hacer un homenaje a la existencia de la locura, retocar con los pinceles de mi desenfreno aquellas vidas por donde se me permitía transitar. Quise hacer de esta biografía mal escrita un verso bien realizado, que en manos de poetas y desvelos alguien pronunciase mi nombre y tuviera un sentido, formase parte de una oración.

Pero me temo que no logré nada respecto a aquellas ilusiones que parecían ser todo menos volátiles, todo menos efímeras.

Hoy me miro las manos, el cansancio, sentada en el escritorio de un hospital en el confín mediterráneo, preguntándome qué diablos hago aquí y si ha valido la pena alguno de todos los esfuerzos sobrehumanos que me autoimpongo para no perder el poco raciocinio que gotea, después de 17 horas de guardia, lentamente.

Decidirse por un camino: el freno absoluto o la resignación...

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