jueves, febrero 01, 2018

A la memoria de Danny...

Hoy no me quise ir del despacho de Urgencias. Llevo meses con sueños reiterativos donde una amiga que murió hace unos años se me aparece en situaciones kafkianas.
Hoy no he querido despegarme de la luz del ordenador del despacho de Urgencias, ni de dejar de escuchar cómo tosen mis pacientes o cómo los monitores hacen alarde de constantes vitales.
Irme a la habitación que tengo en este sitio habría supuesto oscuridad, pensamientos varios, sentimientos encontrados...

Hoy supe de tu muerte, maldición. Hoy supe (como si hubiese estado presintiendo algo) que se te ocurrió adelantarte haciendo alarde de destrezas. Maldito.
Yo recuerdo que cuando nos despedimos fue como se despide la gente siempre: prometiendo volvernos a encontrar para celebrar la vida.

Y hoy, años más tarde de mi huida del continente, a años luz de aquellas guardias de hospital donde parecía que todo iba a salirnos bien, donde compartíamos la alegría que nunca jamás volví a hallar en ningún otro sitio de trabajo... hoy, el primero del segundo del año, te nos mueres habiéndote matado.

Y no terminamos por creerlo, ninguno de nosotros que éramos parte de la familia que se construyó sin "querer queriendo"... Vos y las intervenciones, vos, del despacho aparte, de los muchos artículos y toda la ciencia que nos cabía en la indomable tentación de ser uno más de los iluminados...

Te nos fuiste con el paso adelante, maldito Danny, habiendo marcado y reestructurado el sentido del "amor a la camiseta" que solías mostrar. Vos, que ibas a ser el urgencioanestesioluciólogo paliativista... Te nos largas, la puta madre, con el catéter bien puesto donde más te dolía toda la debilidad del mundo, en pleno centro del amor.

Hermano de esas noches eternas, colega de esos libros apretados, de esas condiciones extremas, de esos abrazos estúpidamente contagiosos y esas tardes de terraza mirando cómo a Quito le crecían sonrisas...

Te adelantaste, maldita sea... Y yo, con la siquis podrida de tanto extrañar, con el cansancio de esta vida que no quiero, me tengo que ir acostumbrando a que ustedes se me vayan de las manos, malditos... así, sin más.