domingo, julio 24, 2011

Dentro de poco alguien entrará a mi habitación y apagará la luz


No sé, pensé que iba a ser fácil obviar que existes y que me faltas

o que por lo menos iba a ignorar

la silueta que reproducen mis sueños

y que aunque no tenga rostro

eres tú porque soy necia y así lo creo.


Habitación para uno – le dije –

y cometió el error de darme dos almohadas.



Será que se me nota la tristeza

o será que arrastro demasiada nostalgia en los acentos.

A lo mejor es una de nuestras soledades

cobrando por adelantado un cuarto de hotel

imaginando que lejos de nosotros

no tendría que soportarnos.



Me lanzo de espaldas contra la pared

y retumba el mundo.

Me echo contra la cama

y parece que el olvido estuviera bostezando

desde este adjetivo que alcanza para nombrarte

pero no creo que sea tu mejor definición.



Vamos, un tabaco y a dormir.

Mentira.



Siempre que empiezo a fumar se me prolongan los versos

como a vos las erecciones

y aunque podamos presumir que le ganamos al tiempo

ambos sabemos que duele.



Y sé que se me van a correr las horas y el maquillaje;

una estúpida lágrima más y se me corre la tinta también

(Mientras no corra sangre…)



Mierda.

¿Es que acaso no puedo quedarme tranquila?

Tengo la sensación de que en cualquier momento

vas a llamar – a la puerta o al teléfono –

y voy a contestar

sin saber que ya sabía que me buscabas.



Van quince tabacos y ya es cuarto para la una.



Seguro que la media noche se me escapó

cuando la chica del escote azul que está

a siete pisos de distancia

estornudó pronunciando algún recuerdo.



Y entonces contemplo la ventana

y me veo superpuesta en la ciudad que está lejos y está muerta.



Y pienso en todo lo que odias mirarte,

en tu manía por evadirte,

en la absurda forma con que te desprecias frente a todos los espejos

por los que transita tu sombra.



A veces temo que te llegues a odiar tanto

que acabes por perdonarte el seguir conmigo

compartiendo culpas.

Belén J.

sábado, julio 09, 2011

Hasta la próxima, Facundo!

Ya lo decía George Carlin: la raza humana no está lista para la paz, sino me creen, miren que todas las personas que vinieron a predicar paz y un mundo mejor, que vinieron a hablar de alegría y felicidad, todos fueron asesinados.

Y así sucedió como un juego de balas nos arrancó del mundo a Facundo Cabral. ¿Quién más que ese hombre podía tener tanta fe en este mundo de mierda? Solo él... y murió a manos de la violencia contra la que protestaba, puta ironía de la vida, en Boulevard Liberación.

Sicariato o accidente, lo único cierto es que esa garganta ya no canta más para nosotros...

Donde sea que esté ahora, si a la derecha de ese Dios en el que Facundo creía o reposando su esencia en cualquier pedazo de Universo que desconocemos...

Hasta siempre, hasta la próxima... hasta el "au revoir" de los francófonos, hasta el "até" de la lengua portuguesa... hasta siempre Cabral...


EL DÍA QUE YO ME VAYA

Facundo Cabral

Cuando el Universo me abandone
y el viento desgaste mis manos,
y abrevie mis pasos,
cuando el sol esté ausente del cielo
y no me alcance el día.
Cuando el mundo no me proteja del vacío,
cuando el todo se aleje y se confunda en la nada,
cuando en la noche se refleje mi antigua duda
y ya no vea en ella mis ojos,
entonces, cambiaré mi torpe cuerpo
por las alas con las que entraré
en la mañana del despertar eterno,
más allá de los sucesos momentáneos.


Extasiado por las sutiles y vagas nubes
donde se repetirá la tenue luz que es la vida,
a quien sabré de misterio entero
para poder escribir, por fin, el poema.
Porque eso es la vida,
un constante tejer y destejer
de vagas sombras,
sin más sentido que la belleza.


La vieja luna de oriente
y las campanas de Lorca,
la llamarada de Whitman
y la belga de Mallorca.
El sol, el amado sol
que enciende toda la vida,
esa fiesta permanente
por la que mi alma camina.
El espíritu extasiado
y la gloria de los días,
la salud de Dinamarca
y el encanto de Turquía.
Una idea que armoniza
con tantas otras ideas,
dos hermanos en Tandil
un abuelo en Galilea.
Una madre que me espera
y un padre que no conozco,
Nueva York cuando la nieve
y México cuando Rosco.
Una milonga sureña
un par de botas tejanas,
una esperanza infinita
y una flor en la ventana.
Una canción inconclusa
y un jorongo mexicano,
amores en todo el mundo
y nada preso en la mano.
Un amigo en el desierto
y un maestro en la montaña,
la libertad más hermosa
y la idea más extraña.
Esas cosas dejaré
el día que yo me vaya,
querida perdóname
si a ti no te dejo nada.
Una cerveza en Holanda
un pintor en Salamanca,
una hoguera junto al nido,
un poema en Casablanca.
Una pregunta en el aire
y una respuesta en el alma,
las noches en el mar Rojo,
y los veranos de España.
La voluntad y el delirio,
una vieja gorra griega
un turbante del Neguel,
dos máscaras, una quena.
Esas cosas dejaré
el día que yo me vaya,
querida perdóname
si a ti no te dejo nada.
La lluvia sobre Marruecos,
en el bolso, pan y queso,
y la Biblia liberando
a mis sueños y a mis huesos.
La locura satisfecha
y la conciencia tranquila,
los temores que perdí
en París o Alejandría.
Amo y señor de mí mismo
sin bandera y sin espada,
al viento devolveré
las maravillas prestadas.
Las alegrías de ser
y hacer lo que uno ama,
querida perdóname,
si a ti no te dejo nada.