domingo, abril 03, 2011

Domingos // Foto: Bélgica, 2007


Esta ciudad parece mentira. El clima, como siempre, es una variación ciclotímica de todos los posibles climas que podían sacudir el día.
No culpo a Tobar García cuando se refería a Quito como "la ciudad maldita"... de lo que sí me quejo es que nunca diera mayores referencias sobre cuánto duraba la maldición.

Un domingo de calma, de "un poco de silencio", de pocas actividades médicas (sí, algo a lo que no debo acostumbrarme)... en fin, un domingo que empezó temprano y terminará muy tarde.

"Soy como boba ¿no? " me reclamo mirándome fijamente a los ojos del espejo, agarrándome el cabello y esperando que el reloj se apresure y me devuelva alguna señal de ese algo que quizá ya ni existe.

Los domingos suelo ponerme así: cuestionadora y nostálgica. Algo sensible, bastante artista y perezosa. Escucho música sin sentido a todo volumen y me detengo (tabaco en mano) a acariciar a mis gatas mientras las tres miramos la lluvia del otro lado de la cocina.
Me gusta bailar, y qué carajos si me agarran esas ganas locas de hacerlo en cualquier parte de mi casa.

El teléfono en el bolsillo, espero un mensaje, una llamada... a veces "mi ñaño K", a quien espero, aparece de la nada sin haber dado avisos. Pero los domingos eso no sucede y casi siempre me quedo con las ganas de una visita, aunque no sea de mi ñaño K.
Hago llamadas, a veces nadie contesta. Otras, las más afortunadas, son respondidas por un contestador automático. Los domingos, nadie está de turno para conversar.

Así que, sin más compañía que la poca gracia que me causa el frío, subo y bajo una y dos y tres veces las mismas escaleras, perdiendo algo aquí, algo allá. Al final me preparo un té de jamaica con clavo de olor y canela.
Y me siento, sí, me siento cruzada de piernas, en la silla que da frente a mi gata Misja, saco un lápiz del bolsillo del pantalón, estiro las mangas del saco gris, busco una servilleta y escribo bien presionado que quisiera que algo ocurra. Y dibujo la silueta de Sabines... juego con el humo que emana el té y miro de nuevo el reloj.
(Y, y, y, y... la letra está conmigo)

En otra parte del mundo alguien dormirá.
Con certeza, en la bella Polonia alguien está empezando desde la almohada, el lunes.
En otras calles, como las que fueron mías en la ilógica Liège, alguien está caminando con prisa. Siempre hay alguien con prisa a las tres de la mañana.
En Stockholm, la bahía seguirá bostezando fresas y McDonald's abrirá las 24h que tiene la eternidad de su servicio.

Quizá New York esté algo más despierto... y quizá, como yo, también esté temblando su soledad.



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