martes, abril 15, 2014

Al final de este viaje...

Abril ha regresado. Quizá con mi vida.


Así me veo ahora... tras una carrera de Medicina, el fracaso de todas mis relaciones... tras dejar a la poesía durmiendo y latiendo bajito, tras detener la literatura y comer mal...


Han sido muchos los días que vi pasar desde una ventana de hospital. Admito que más de la mitad de ellos me la pasé maldiciendo el haber escogido esa carrera como mecanismo de subsistencia para este mundo tan... amargo. No sé si cabe el término, tampoco sé a dónde fueron a parar mis ganas de seguir con eso, solo sé que hay cosas a las que uno desea adaptarse, otras a las que uno se adapta y otras a las que definitivamente no deberíamos adaptarnos.
Hace un año empecé el Internado Rotativo como penúltimo requisito para obtener mi título de médico. Realmente todo salió como quise, todo se me cumplió como yo quería que se cumpliera (en lo laboral, desde luego).
El 31 de marzo fue el último día que trabajé allí, en el Hospital de Especialidades de las Fuerzas Armadas... y vaya que salí con ganas de dispararme.

No fui hecha para un mundo tan vacío, no para soportar las pendejadas e idioteces del ser humano menos-que-promedio que me rodeaba. No, definitivamente NO estoy hecha para ser monotópica (hablar solo de la maldita Medicina) ni para perder mi vida entregándosela a todos los que asomen por la puerta del consultorio. 
No me malinterpreten, debe haber gente que no tiene más que entregarse y decir que este trabajo es su vida, que no conciben existir lejos de su profesión. Pero para mí, el trabajo es solo uno más de los aspectos de su vida. 

A medida que pasaban los meses, más me sentía fuera de sitio, más perdida y confirmando mi teoría que ningún médico promedio sabe medicina... todo es mero producto de la repetición y vana copia de lo que ven en sus superiores. Digo, al menos por ese lado, si bien mis madrugadas fueron extenuantes (algunas de ellas) nunca me excedí ni me desesperé por querer saberlo todo ni poder "controlarlo" todo respecto a la enfermedad, respecto a las patologías... 

A la mitad de mi año me fui a vivir en la selva ecuatoriana. Quizá la experiencia de convivir con militares en una ciudad de selva fue una de las pocas circunstancias en que fui realmente feliz, donde pude vivir, donde no estaba atada a horarios absurdos ni a estereotipos. O quizá sí, pero como nunca antes había tratado con militares por tanto tiempo y tan de cerca, me sentía en medio de algo completamente distinto y renovador.

Durante los últimos meses de mi año de Internado tuve demasiadas explosiones emocionales (supongo que producto del estrés y de mi condición) pero conté con gente valiosa que supo al menos escucharme. Sí, también para ellos fue una experiencia diferente pues no acostumbran que sus médicos en formación les pregunten sobre la vida y no sobre dosis o fisiopatología.
Conocí a mis médicos, conocí a muchos de ellos y les lloré mi vida durante las largas noche de guardia. Tuvimos conversaciones que nada tenían que ver con los pacientes, hablamos de nuestros sueños, de los fracasos, de las derrotas y de las alegrías que uno puede encontrar lejos del hospital. Y mientras más hablaba con ellos sobre quién era yo y quién quise ser siempre, descubrí que no estoy tarde para rectificarme.

Han sido un par de semanas de alejarme de lo que pudiera involucrarme con la medicina... incluso procuro ahora emplear la menor cantidad de vocablos médicos para comunicarme. Dicha de los que me rodean, desgracia para los que se sienten mis "colegas"...

No creo ser un personaje brillante, si acaso apasionada de vez en cuando, pero cómo enoja cuándo la gente que NO TIENE IDEA DE LO QUE HE VIVIDO se lanza los comentarios como "qué pena que no te quieras a dedicar a esto"... ¿Pena? ¿pena para quién?. He llegado a un nivel de hastío tal que me niego a pensar en qué demonios haré con el futuro laboral que me depara. Ser o no ser médico, la cuestión en juego es dónde queda mi dignidad y mi amor propio.

No quiero volver a tener que madrugar por un paciente, no quiero tener que hacer guardias de 36 horas consecutivas y pasar por hambre y sueño para no tener recompensa alguna detrás de ello, no quiero lidiar con jefes y sobre todo quiero ver a la menor cantidad de médicos en mi alrededor. Brillantes conclusiones para alguien que está inmersa en ese mundo (y para colmo, cuya pareja es médico y necio, sobre todo médico antes que nada)...

Así que, en eso me encuentro, tratando de rescatarme de mi propio olvido, arrancando las páginas de mi memoria, perdonándome los errores y tratando de resolver este pequeño contratiempo entre mi vida y mi felicidad.


¿Hacia dónde avanzo? Pues aunque no tenga claro qué quiero hacer con lo que reuní de material... sé que avanzo en dirección a Europa. Me he jurado y me he convencido una y mil veces que, pase lo que pase, trabaje en lo que trabaje, haga lo que haga, lo haré apuntando a ese continente donde mis sueños empezaron a crecer.

De lo demás, aquello que me modifica el diario PERO NO ME ALTERA LA VIDA... la relación con Carlos va a velocidades impresionantes (él no va a cambiar, yo no voy a cambiar... bienvenue, estática.)
La familia, un desastre habitual.
¿El dinero? Una cuenta con pocos números y hambrienta...

¿Las gatas? Vivas
¿La pintura? Tratando de resucitar...

Belén, a mediados de abril...
Practicando con el teclado antes de escribir la magistral tesis que ha de darme el título que no quiero, sobre algo que probablemente no me importa tampoco...

1 comentario:

Camisetas de futbol baratas dijo...

Me gustaron las ilustraciones del artículo, después de leer el artículo, creo que voy a tener más vida acaricie, disfrutar de la buena vida.