lunes, noviembre 01, 2021

Del tiempo destinado a recordar...

SUSPIROS RETENIDOS EN LA VENTANA

Haber retornado a casa ha supuesto la realidad convertida en un bofetón: nada de lo que conocía existe ya, ni siquiera mi habitación. Todos mis libros están escondidos en otros sitios, toda la vida que conocí es diferente a lo que recuerdo. No me angustia, no, no me aterra. Es la dinámica vital y animal de quienes tenemos que partir y debemos enfrentar de nuevo los regresos. 

De todas maneras, el aire de esta vieja habitación que ya no es mía pero lo fue desde hace siglos, me trae contestataria la languidez de mi pasado y las ganas de abrazar a quién yo era, pero del mismo modo sonreírle grande a quien soy.

No pasó en vano tanta historia - completa o a medias - ni me arrepiento de los pasos dados. Sé que duele todavía, la vida es un latir constante de penas y cadenas, de sonrisas y milagros, de decepciones y de bendiciones en mitad de los caminos.

Quisiera decir que está bien, que ya está bien esta espiral de reflexiones y de pasados... pero no. Me aferro en creer que voy a encontrar trozos de mi vida que me expliquen mejor lo sucedido, que me den las respuestas para las preguntas que surgen ahora después de tantas muertes... llamemos "esperanza" a estos procesos vitales y dejemos, por ejemplo, un trocito que acabo de encontrar...



MARTES 26 DE ENERO, 2010

Al calor de una condena, este recuerdo que mata sin siquiera sospechar. Aquí, a la espera del diciembre en que me dejó de una vez y para siempre, a la espera de su bopca que volvió cuando mi duelo dolía, cuando mi voz me desgarraba. A la orilla de las siete o de una hora no propicia para los inevitables deseos. Donde esté o donde me haga falta. Una de dos o las dos de una. Sangre de la sangre que en las tardes de jueves me empapaban de saber y de besos. De su boca y de mis ansias, del dolor que aún penetra en los espejos y se clava a mi otro yo como una mueca.

Hay que ver en dónde vamos a desnudar esta pena, que merece quedar despojada de cuerpo. La tristeza que duele no debería doler salvo en la necedad de quien se aprieta el amor al cuello. Verdugo maldito: el tiempo. Prisa errada la distancia que su continente y mi pecho tenemos. Hay que esperarlo, hay que dejar que quizá haya un fracaso y regrese a este país de los silencios. La eterna soledad de las lluvias, el perfume, su saco de lana rojo, el sofá de rayas, las galletas, su cama al suelo, la carta mía colgada, todos los "te quiero" que tuve que posponer. Duele más de un sentimiento, duele evocarlo así, sin necesidad.

¿Pra quem eu sigo viva até hoje? Mesmo sempre, mesmo nada.

No hay comentarios: