Hoy me han dicho
una de las cosas más desgarradoras pero ciertas, una de las cosas que
probablemente hubiese querido evitar pero que era realmente necesario.
“Aquí no hay
nadie que te tenga bajo su cuidado, nadie te va a cuidar, por lo tanto, cuando
te toque echar a volar sola no vas a extrañar a nadie”.
Y es que cuando
se trata de tener latidos, cuando se ha tratado de aferrarme a una verdad que
me pudiera hacer sentir viva, nunca tuve reparos en aferrarme a aquello y
aquellos que me forjaron, que me dieron razones y sentencias. Nunca he tenido
miedo a extrañar porque quizá nací con una cierta melancolía que termina por
teñir todas mis emociones.
Pero los entiendo. No puedo negar que de alguna manera entiendo que la gente prefiera tener esa sensación falsa de equilibrio, porque debajo de los recuerdos que no podemos tocar yacen heridas que tampoco saben sanar y ensucian, sí, de vida, todo ese trayecto que procuran tener “ordenado” a diario…
Pero los entiendo. No puedo negar que de alguna manera entiendo que la gente prefiera tener esa sensación falsa de equilibrio, porque debajo de los recuerdos que no podemos tocar yacen heridas que tampoco saben sanar y ensucian, sí, de vida, todo ese trayecto que procuran tener “ordenado” a diario…
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