martes, abril 14, 2020

1 / CoVid19

¿DÓNDE ESTABA CUANDO TODO EMPEZÓ?

Era enero. No, era diciembre.
Diciembre de mi último año de especialidad. Diciembre desde el centro de salud. No más rotaciones hospitalarias, solo las guardias (WAR-DIAS... días de guerra).
Recuerdo que miraba por la ventana que da al mar, que da al puerto de Mahón y comentaba que este había sido un invierno raro.
No tuvimos tanto frío como esperábamos, los ánimos de los pacientes eran grises, los motivos de consulta eran fatiga, cansancio, tristeza...
No tuvimos la clásica epidemia de gripe tampoco. No tuvimos tantos muertos como en años anteriores.


Mis planes estaban más o menos establecidos: iría agotando las vacaciones, terminaría mi residencia a finales de mayo, recibiría mi último salario en junio, iría a casa (Ecuador) unas semanas. Volvería para trabajar el verano aquí... 

Hice guardia el 24 de diciembre. No fue una mala guardia. Valoré 17 pacientes. El ambiente en el hospital, tras casi 4 años de trabajar allí, con la misma gente, se convierte en un sitio donde casi-casi podría decir estoy bastante a gusto... 

Era enero.
Ahora sí era enero. Alejo, mi pareja, había planeado para nosotros un viaje a California. Sí, tenemos una debilidad por los U.S.A. y no me da miedo admitir que volveré siempre que pueda...
Era enero y ahí estábamos, en invierno, en la carretera. Un road-trip maravilloso con la mejor compañía del mundo: nosotros dos. San Francisco, Yosemite, Sacramento... Mariposa... todos esos pequeños lugares a los que nos llevaba el GPS.
Fue un viaje especial. Así como es mi vida desde que lo tengo a él a mi lado.


Volví al trabajo. Las ganas de trabajar siempre son bajas cuando regresas de un gran viaje.

La vida del médico de familia, desde el centro de salud, no es demasiado pesada aunque supone sus desafíos. Tengo mi consulta propia, los pacientes a los que voy conociendo y hasta un grupo de entre ellos a los que he terminado por sentir cercanos... No me va mal desde aquí. Tengo un horario bastante bueno, un ambiente laboral que (gracias a que mi tutora es sencilla/complejamente genial) es entretenido... pero algo tenía aquel enero que no terminaba de cuadrar con la costumbre.


"Hay algo en el aire ¿no?" decía mi tutora a días, mirando al mismo puerto de Mahón.
"Sí, los pacientes tienen unos cuadros medio tontos ¿no?" le respondía señalando esos motivos de consulta de "me siento como raro..."




"Ya veremos qué pasa este año" le dije un día, recordándole que durante los años de residencia yo llevaba una racha para eventos inesperados:
1er año: intenté dejar la residencia porque no me sentía a gusto con nada
2do año: mi pareja sufrió un accidente que pudo ser mortal, pero solo le dejó fracturas... y un proceso de recuperación algo largo, pero milagroso pues secuelas quedaron pocas.
3er año: la obligación de terminar la especialidad. Me iba a ir en primer año, pero tras el accidente era obvio que dejarlo todo no era la opción inteligente, así que tercer año fue para recolocarme en vida y agarrar paciencia para continuar.
4to año: amenazaba desde el segundo año con que este era mi año quirúrgico, que terminaría por perder mi apéndice o algo así, para cerrar con broche de oro todas las aventuras de los años pasados...

Era enero. Y le conté a mi tutora que planeaba irme de vacaciones, de nuevo, en febrero... A visitar a mi hermano menor que estaba estudiando Ingeniería de alimentos en Italia... en Bolzano...

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